El prestamista, parte II

Una tímida luz anunciaba el comienzo de un nuevo día, Samuel se levantaba en la matrimonial que un día había sido comprada llena de sueños y hoy solo era una cama con lugar extra para tirar la ropa, es más daba la posibilidad no tener que sacarla para dormir, solo correrla al lado vacío. Ayer se había quedado hasta tarde leyendo los informes, hoy quería ir a la casa de la víctima, hablar con su mujer y ver las cuentas, quienes eran sus mayores deudores.
Una gran casa con jardín frontal y un frente que había conocido mejores momentos, un timbre ronco y la voz entrecortada por el portero. A los pocos segundos una mujer de unos cincuenta años abrió la puerta, estaba visiblemente consternada, el contorno de su ojo izquierdo mostraba un color amoratado en la piel que la sombra no había sabido ocultar, lo invitó a pasar y él empezó con las preguntas que ella respondió una tras otra, según parecía Zulma, así se llamaba ella, no estaba al tanto de los negocios de su marido, sabía que tenía una libreta donde anotaba todo, pero aún no la había encontrado.
-¿Siempre le pego?
-¿Cómo dice inspector?
-El golpe del ojo ¿Es el primero? o ¿Hubo otros antes?
-No, no es el primero... respondió Zulma incomodamente. Pero nunca se me habría ocurrido matarlo por esto, siempre fue así, desde jóvenes, era un buen tipo pero cada tanto se enojaba cuando yo hacía algo, que no debía.
-¿Cómo que?
-No sé, contradecirlo en público por ejemplo, el sábado pasado había ido a una reunión y yo sin darme cuenta, dije que se había equivocado, me tendría que haber callado, no tenía derecho a hacerlo quedar mal.
-Veo, entiende que esto la convierte en sospechosa.
-Sí, pero no tengo miedo, siempre he amado a mi marido y lo haré, jamás habría ni levantado un dedo contra él, menos matarlo. Unas pequeñas lágrimas corrieron por su redonda cara.
-¿Qué estaba haciendo ayer a la madrugada?
-Me acosté temprano, me dolía la cara y estaba demasiado cansada como hacer algo más.
-Hay testigos.
-La chica que me ayuda en los quehaceres de la casa se fue a las siete de ahí en más estuve sola.
-Gracias con eso por ahora me basta, seguramente se la llame a declarar.
-Inspector no tengo problema en declarar las veces que haga falta, pero usted prométame que encontrará a quién hizo esto.
-Se lo prometo.
-Virginia lo acompañará a la salida. Una chica de gesto humilde se materializo, parecía venida de ningún lado, sus pasos podían vencer la madera y eran sordos a diferencia de los suyos que retumban, lo despidió con un gesto y una imperceptible sonrisa, y él sintió que el cielo se había apiadado de su alma y le había enviado un ángel y darle una caricia a su áspera alma. Todavía estaba consternado cuando vio un hombre apoyado contra su auto, apoyo la mano contra el revolver y se acercó.
-¿Es usted de la policía? Comenzó a hablar el extraño, un hombre alto cerca de los sesenta, flaco y de gesto duro.
-Sí...
El extraño movió la mano rápidamente y Samuel sacó el revolver y se lo apuntó en la cara, el hombre entendió su error.
-Disculpe oficial, no quise generar este mal entendido, solo le quiero dar este cuaderno.
-¿Y qué es ese cuaderno? respondió el inspector mientras no dejaba de apuntarle.
-Son los deudores que tenía el Señor Sánchez, yo trabajaba con él.
Guardando el revolver, Samuel tomó el cuaderno en sus manos y miró lo que parecían improvisados asientos de contabilidad. Donde figuraba cada nombre y cuanto debía.
-Al final están las direcciones de cada uno. Anotaba todo ahí, él decía que era su seguro de vida, el hecho de tener a cada uno anotado, disipaba sobre sus deudores la posibilidad de matarlo y no estar vinculados con su muerte, seguramente debe haber más de una copia, aseguraba que tener solo uno no bastaba.
-¿Su nombre?
-Arturo Chevez, lo conocía desde chico, nos criamos en el mismo pueblo, hace poco vine a la ciudad y él me dio trabajo.
-¿Que trabajo?
-Asegurarme que la gente pague.
-Entiendo ¿Dónde vive, quizás luego deba interrogarlo?
-Paro en la pensión de la vuelta, en el cuaderno esta mi celular.
-Gracias, estaremos en contacto.
-Hasta luego inspector.
Samuel repasaba los cientos de nombre del cuaderno, Walter habría encontrado a datos a través de internet y otras fuentes datos sobre la mayoría de ellos, él no era muy bueno en eso. Aunque había un nombre que se repetía varias veces Kratos. Iría a visitarlo le debía mucho dinero y hacía unos meses había dejado de pagar.

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