La fábula del niño y el fantasma

Mi nombre es Lázarus, te sientes tentado a preguntarme mi edad, conformate joven mortal sabiendo que nunca lograrías entenderlo, y si lo entendieras serías parte de lo que guardo. ¿Qué soy? ¿Qué hago? no tienes otras cosas que hacer, tantas preguntas, pero si te intriga te lo diré, soy el guardián de una cueva, seguramente ahora me indagaras sobre la cueva y el motivo, la cueva es aquella más obscura que nunca has logrado imaginar, esa que en tus peores pesadillas apenas ves de lejos, el motivo por ti mismo.
Adentro de la cueva conviven los fantasmas, esos que cada uno fue alimentando con miedos y fantasías truncadas. No es una tarea fácil, luchan por salir, por atacar. Mi trabajo es dejarlos salir solo en una dirección, pueden visitar únicamente aquel que los creo, sino imaginate rodeado de fantasmas de otro. Es interesante como a medida que los humanos viven sus vidas, no tienen menos fantasmas sino más, y más fuertes. ¿Cómo se matan? uff, que difícil es responder eso. He visto personas llegar hasta la puerta de la cueva, y no poder ingresar rompen en llantos pasos antes de la entrada, he visto otros que miran curiosamente desde lejos pero enseguida se hacen los distraídos, yéndose por donde vinieron. Solo un chico venció, no tendría más de diez años, sus padres habían muerto, desde ahí en más rodaba de casa en casa, no importaba la cama ni el cuarto los fantasmas eran siempre los mismos, por qué lo habían dejado solo, quién lo cuidaría ahora, en definitiva la soledad un fantasma de lo más común por acá. Apareció caminando solito en dirección a la cueva, no suelo intervenir pero era tan chiquito, Niño ¿Qué haces por acá, no sabés lo que hay ahí adentro? Le dije. Con su carita de diez años me respondió, señor quiero hablar con eso que viene a buscarme cuando cierro los ojos, con eso que no me deja dormir, con eso que mis padres me dejaron al morir. Nunca me había esperado una respuesta así, sin decir una palabra más me corrí y lo dejé pasar. Los fantasmas tampoco lo podían creer, ellos suelen ir era la primera vez que alguien entraba, todos miraban al niño con gran respeto. Allí sobre una roca esta su soledad, el verlo desplegó sus alas amenazantes y dirigió una helada mirada al pequeño. Con lágrimas en los ojos el jovencito dijo, por qué quieres asustarme desde que ya no están mis padres, por qué quieres que me sienta solo, si mientras guarde en mi el calor de sus abrazos, sus caricias y de sus palabras nunca estaré solo, el fantasma se aclaró hasta desaparecer y el niño despertó con las luces del más hermoso amanecer.

*

Querido contertulio te dejo la moraleja a ti, me están esperando en la cueva.

2 comentarios:

Malvi dijo...

Me encanta... es preciosa la historia, sobre todo cuando una tiene tantos fantasmas...

saludos

Malvi, puedes visitarme si quieres en mi blog, quedas invitado

DUTRi dijo...

Hola Malvi,
Bienvenida,

No había visto tu comentario, perdón!.

Gracias, me gusta cuando la gente le gusta lo que hago.

Cuantos fantamas, y tantos que nosotros creamos por miedo a ver la vida sin ellos.

Saludos,

DUTRi