De quien eran

Su vida estaba condenada, destinada a volar
Un ángel le había dado sus alas invisibles
La luz sabía quien era, y como acompañarla.
Ella era la estrella del circo,
y lo único que más quería era escapar.

En las más altas tarimas del circo,
se divisa su figura, recortándose en el fondo.
Después del redoble se lanza hacia el aplauso.
Y solo los niños dicen que pueden ver sus alas,
y solo ella deseaba perderlas.

Ella deseaba volar hacia una vida sin luces
Donde nadie la conozca, donde nadie mire.
Creía en la reencarnación siempre y cuando
No fuera renacer en un pájaro.

Los viejos del pueblo todavía cuentan
la historia de un circo
Donde su figura principal voló más alto
de lo que nadie había imaginado.
Muchos dicen haberle visto alas de mariposa.

Pero las mariposas no pasan de la noche
y al otro día un ángel se calzaba sus alas,
las mismas que había perdido una vez
en un circo.

La fábula del niño y el fantasma

Mi nombre es Lázarus, te sientes tentado a preguntarme mi edad, conformate joven mortal sabiendo que nunca lograrías entenderlo, y si lo entendieras serías parte de lo que guardo. ¿Qué soy? ¿Qué hago? no tienes otras cosas que hacer, tantas preguntas, pero si te intriga te lo diré, soy el guardián de una cueva, seguramente ahora me indagaras sobre la cueva y el motivo, la cueva es aquella más obscura que nunca has logrado imaginar, esa que en tus peores pesadillas apenas ves de lejos, el motivo por ti mismo.
Adentro de la cueva conviven los fantasmas, esos que cada uno fue alimentando con miedos y fantasías truncadas. No es una tarea fácil, luchan por salir, por atacar. Mi trabajo es dejarlos salir solo en una dirección, pueden visitar únicamente aquel que los creo, sino imaginate rodeado de fantasmas de otro. Es interesante como a medida que los humanos viven sus vidas, no tienen menos fantasmas sino más, y más fuertes. ¿Cómo se matan? uff, que difícil es responder eso. He visto personas llegar hasta la puerta de la cueva, y no poder ingresar rompen en llantos pasos antes de la entrada, he visto otros que miran curiosamente desde lejos pero enseguida se hacen los distraídos, yéndose por donde vinieron. Solo un chico venció, no tendría más de diez años, sus padres habían muerto, desde ahí en más rodaba de casa en casa, no importaba la cama ni el cuarto los fantasmas eran siempre los mismos, por qué lo habían dejado solo, quién lo cuidaría ahora, en definitiva la soledad un fantasma de lo más común por acá. Apareció caminando solito en dirección a la cueva, no suelo intervenir pero era tan chiquito, Niño ¿Qué haces por acá, no sabés lo que hay ahí adentro? Le dije. Con su carita de diez años me respondió, señor quiero hablar con eso que viene a buscarme cuando cierro los ojos, con eso que no me deja dormir, con eso que mis padres me dejaron al morir. Nunca me había esperado una respuesta así, sin decir una palabra más me corrí y lo dejé pasar. Los fantasmas tampoco lo podían creer, ellos suelen ir era la primera vez que alguien entraba, todos miraban al niño con gran respeto. Allí sobre una roca esta su soledad, el verlo desplegó sus alas amenazantes y dirigió una helada mirada al pequeño. Con lágrimas en los ojos el jovencito dijo, por qué quieres asustarme desde que ya no están mis padres, por qué quieres que me sienta solo, si mientras guarde en mi el calor de sus abrazos, sus caricias y de sus palabras nunca estaré solo, el fantasma se aclaró hasta desaparecer y el niño despertó con las luces del más hermoso amanecer.

*

Querido contertulio te dejo la moraleja a ti, me están esperando en la cueva.

6to.

Mientras el ascensor bajaba con los últimos pibes de la mudanza, miraba el rellano, la salida de la terraza tapiada le daba un aspecto lúgubre, cerraba la puerta del departametno, cuando de repente ¡Ven! Miro el pasillo no hay nadie, ¿quién gritó?, estoy cansado de la mudanza, mejor va ser ordenar un poco e irme a dormir temprano.

Después de martillar media hora logré sacar las maderas que cubrían las ventanas, ahora que entraba la luz, parecía más viejo y sucio que antes. Faltaba la pintura de las paredes, ¿las habían arañado? ¿Qué habrá pasado acá? para que me la vendan tan barata, pero bueno gracias a eso la había podido comprar. Era una construcción rara de 6 pisos nada más, no muy grandes hay dos departamentos en cada uno, menos en el último, este departamento comparte el piso con la terraza, un edificio antiguo debe tener más de 70 años.

No sé que tienen los vecinos, es como estar en un cementerio, todo en silencio siempre, no se escucha a nadie, cada tanto alguna que otra carcajada, por lo menos alguien se divertía en este lugar.

Ya hace casi un mes que vivo acá, después de varias reuniones aunque la gente me felicitaba por como había logrado arreglarla, aunque la gran mayoría pensaba que no había perdido ese halo fantasmal que siempre había tenido. Las carcajadas y los gritos eran ya algo común, tendría que hablar con la gente del cuarto piso, si algún día los conozco.

Hace poco me disponía a salir cuando, el ascensor poco antes de llegar a mi piso. Paró en seco, quedó en total obscuridad, mientras me acordaba de la familia del señor ascensor, empecé a bajar por las escaleras, eran caracol de madera, cada paso que daba me acompañaba el ruido del crujir, en el tercer piso estaba ese chico, debe tener unos diez años, da escalofrío te mira a los ojos sin hablar, con la cara en blanco, seguro es mudo pensé, estaba sentado en la escalera en el último escalón con la vista fija sin mirar como siempre a una de las dos puertas del piso. Permiso le digo con mi mejor modo, convencido de que no escuchaba, cuando estaba por terminar el rellano y seguir bajando, ¡Tendrás que visitarme!, me quedé en seco, había sido una voz fuerte, me había puesto la piel de gallina. Lo miré al chico que pensé mudo, este me miraba pero esta vez horrorizado, comenzó a caminar rápidamente hacía la puerta, cuando llego pateaba y gritaba para que le abran, todavía no entendía que había pasado, cuando quise darle una mano al chico, entre más me acercaba más gritaba, se abrió la puerta, una mujer flaca, consumida con el cigarro en la mano, tomo al chico por el brazo y me dirigió una mirada helada, seguida de un punzante susurro, no se acerque a mi hijo, ni a mi casa, no volveremos a pasar por lo mismo. ¿Qué? respondí, si fuera un hombre inteligente se iría lejos muy lejos de acá, no hay caso siempre trae a los idiotas, sentenció mientras cerraba de un portazo, me quede en blanco que había pasado, quién, porqué, tantas preguntas por hacer, pero en este momento no obtendría ninguna respuesta, lo mejor es seguir mi camino y ocuparme cuando vuelva, va a ser difícil concentrarme hoy.

Cada vez todo se tornaba más extraño, salir de mi casa se había vuelto una tarea difícil, escuchaba risas y gritos apenas abría la puerta, ¡Ven a visitarme! Ven!, entre otras cosas también se oía, que estaba pasando y que me estaba pasando. Siempre había visto a la locura como algo lejano, pero cada vez que salía, el ascensor quedaba a obscuras, las escaleras empezaban a crujir y una risa en increyendo hasta tomar por completo mi cabeza, no pasaron muchos días hasta que decidí quedarme encerrado, tenía terror de salir, que había ahí afuera, no me dejaba de preguntar mientras pasaba la noche en vela mirando por la ventana. Ya era una sombra de mi mismo, piel y hueso, comida la poca que tenía estaba podrida, aunque no era mi mayor problema, los gritos, las carcajadas, los gritos, por todo lados ya solo me podía quedar en el baño, era mi refugio, me quedaba en la bañera acurrucado, ya no tenía donde esconderme, no tardaría poco en entrar, podía escuchar como golpeaba la puerta, ¡por que a mi! me preguntaba entre llantos.

Cuantos días llevo a acá, cuando me llevaría la muerte, dejaría de escuchar esos gritos, esas risas, aquel que tanto desea conocerme se irá, por fin se irá. Con mis últimas fuerzas rompí el espejo, sabía que la muerte no me llevaría, me tendría que ir yo, quizás eso era, lo que me decía la voz, matarme e ir a visitarlo. Me había cortado todas las manos para romper el vidrio, pero ya nada importaba, apoyé el vidrio en mi muñeca izquierda, comencé a presionar, un hilito de sangre corría tímido por mi brazo. La puerta golpeó seco contra la pared, con un ruido como si habría explotado, con el sobresalto me había clavado el vidrio, la sombra en el marco de la puerta era grande y obscura apagaba toda la luz, la risa como una lúgubre campana en mis oídos, sabía quien era y lo que tenía que hacer. Mientras sacaba el vidrio me avalanzaba sobre ese obscuro ser, la sangre salía a borbotones, de mi brazo y poco después de su cuello, ahora si podía descansar.

Un dolor embargaba mi cuerpo por completo, tenía la boca seca parecía como si no la abría usado por mucho tiempo, estaba atado de pies y manos, el brazo izquierdo bien vendado, vestía un conjunto en perfecto blanco haciendo juego con las paredes mullidas, estaba en un hospital psiquiátrico, todo había terminado mi pesadilla y la vida que había llevado hasta ahora. Después de un rato en silencio se abrió, lo que parecía un pesada puerta, la única que había se encontraba recta a mi, delante de mis pies a unos dos metros.

Risa...
Risa...
No debiste matar al pobre bombero que entró a buscarte...
Risa...
Yo siempre te esperé acá...
Carcajada...
Sabría que vendrías a verme...
Carcajada...
Nos divertiremos tanto...
Carcajada.

Grité.

*

Si corriera al norte, despería en el sur.

Frente y contrafrente

Este es uno de esos cuentos raros que uno escribe en un momento particular de su vida.

4:38
La puerta se abrió y golpeo con fuerza contra la pared, y ellos entraron llevados por la pasión, Guido quiso hablar y Andrea le puso el dedo en los labios, no nada más que hablar por hoy.

6:35
–Como siempre, lo nuestro queda entre nosotros–, dijo él.

12:23
Guido se levanta al otro día ya solo, el teléfono no paraba de sonar, levantó el tubo y escuchó, esa vos que tanto conoce:

–Boludo!!, siempre durmiendo, despertate–

Era Marce un amigo de siempre, aunque cuando llama es que ya armó algo y no se podía negar, se dispuso a escuchar.

–Mira, hoy a la noche porque no te venís a comer a casa, ya compre todo, un vinito, no sabés, vení con Fer, que hacemos cena de parejas, no te preocupes nada swinger– se ríe y continua casi sin respirar –Te espero a eso de las nueve y media, son tres cuadras nada más, así que sin excusas, cuidate nos vemos, Traeme los libros!!!–

Todavía tirado en la cama, preguntándose por que su amigo siempre cortaba sin esperar la respuesta del otro, peor aún, no podía entender lo que había pasado ayer, hoy la iba a ver devuelta, pero esta ves, estarían todos, tenía que ir a su casa, tenía q mirarlo a los ojos, tendría fuerzas después haber estado con su novia, no solamente eso tendría fuerzas de mirar a Fernanda. La carne es débil, se repetía, mientras se levantaba, hoy si iba a ser un día largo.

13:06
Andrea también se despertaba, en su departamento, que había pasado ayer, fue todo tan rápido, la noche había empezado con el cumpleaños de una amiga, cuando se encontró al mejor amigo, de su novio, quien era más divertido para hablar que sus amigas, con los años se iban poniendo insoportables. Ya cuando quedaban ellos dos solos en el bar, el se ofreció para dejarla en la casa, y de camino le iba a devolver, unos libros de Marcelo, para que se los alcance, no lo soportaba más, todo los días se los reclama. Al llegar al auto, nos olvidamos de los libros y de nuestras parejas, en el bar nos había dado vergüenza pero ahora no nos veía nadie, y en ese momento nos dejamos llevar y de ahí en más, no había nada más que hablar.

19:02
Compré todo, no? Se preguntaba Marcelo, un asado al horno vamos a comer, uy ya siento el olorcito, y con este vinito, comemos, tomamos y después a los otros dos lo hecho, que el vinito me pone cariñoso, ríe solo.

20:16
Ya esta todo en la asadera, lo pongo en horno me lavo las manos y me empiezo a arreglar. Cuando abre la canilla, esta se rompe, como en una película cómica, el agua empieza a mojar todo y entre más intentaba tapar el chorro, este se escapa para cualquier lado mojando aún más, incluida la cafetera y el enchufe, el chispazo fue lo que faltaba esa noche, después la obscuridad y el ruido del agua que seguía saliendo.

20:23
Guido atiende el teléfono, –No sabés lo que paso, de todo, tengo la casa empapada, a oscuras, un quilombo, a mi solo me pasan estas cosas, pero no importa lo hacemos en tu casa, no te jode–

–No– a penas llegó a decir

–Bárbaro, me cambio y me voy para ya, lo bueno que esta todo en asadera, anda prendiendo el horno, tengo un hambre–

21:48
Después del brindis empezamos a comer, Guido y Andrea, estaban muy callados, Mientras los otros hablaban, aunque siempre era así, Fer era la única que en una mesa podía hablar más que Marce, y juntos se potenciaban.

22:50
Tomando un café y escuchando por tercera vez, como el chorro de agua mojaba toda la casa, y él, cual gladiador, luchaba para controlarlo.
Fer la mira a Andrea y le dice: –¿Qué te pasa hoy, va a los dos, nunca los vi tan bajoneados, qué les pasó?–

–Nada– responden, casi al mismo tiempo

–Contame del cumpleaños, de tu amiga que no me dijiste nada, como la pasaron–, sigue Fernanda la frase de Marcelo, –eso, vos como la pasaste, ayer en esa salida con tus amigos del trabajo–.

–Ahh ellos salen, después, no cuentan, los boludos que nos quedamos en casa mirando la tele, no tenemos derecho a saber nada–. Acota Marcelo.

–Estuvo bien– dice ella.

–Si si, yo también la pasé bien– completa el.

Sin levantar la mirada ninguno de los dos.

–Me pueden decir que carajo les pasa a los dos, no los aguanto con esta cara de culo, parecen que tuvieran vergüenza de mirar, de levantar la cabeza, les pasó algo anoche– dijo levantando el tono Marcelo.

Unas lentas lágrimas empezaron a correr por las mejillas de Andrea, Guido no lo podía creer, veía como se empezaba a hundir. Ella casi sin voz dijo: –Anoche me encontré con Guido en el bar– ante la mirada atónita de los otros dos, Guido termino la frase, no podía dejarla sola, en este momento –Nunca quisimos lastimarlos, pero sucedió así–.

Lo que siguió fue un griterío, acompañado de empujones, insultos y calificativos poco alegres.

23:12
–Me voy, no aguanto más estar acá– Corto la discusión Fernanda.

–Vamos mejor, tenés razón, ¿te tiro?– Respondió Marcelo

Ella asintió con la cabeza, salieron de la casa, se subieron al auto y se fueron.

23:21
–Estos dos mosquitas muertas, al final se despertaron– Rompió el silencio Fernanda

–Son más boludos, no pueden ni sostener una mentira, igual como te dije anoche: Como siempre, lo nuestro queda entre nosotros. Uy los libros y las puta que los parió–.

*

Sería más fácil juzgar si vivieramos de los dos lados.