Una joven y bella mercader recorrería varias veces al mes el camino real que llevaba desde la ciudad a su pueblo, como su familia lo había hecho durante generaciones, tenía una sonrisa increíble y una gran inteligencia, en poco tiempo había acrecentado el negocio familiar, haciendo al pueblo y a los suyos muy orgullosos de contarla entre sus amigos, familia o tan solo por conocerla.
Estaba volviendo de la ciudad cuando vio un puesto militar cruzando el camino, ella se detuvo y uno de los soldados enfundado en una magullada armadura se acercó, hablando con un extraño acento le dijo:
-Señorita el camino esta cerrado, un pueblo cerca de aquí se ha levantado en contra del rey, estamos por comenzar el asedio, le recomendaría tomar otro camino.
-Gracias, pero siempre he recorrido el mismo camino, podría indicarme otro...
El soldado titubeo, miró al resto, que rápidamente se ocuparon en algo fingiendo no estar mirando la situación.
-Señorita, si hay uno, pero... no se suele usar, es peligroso y muy fácil de perderse, aún así es el único camino que puede tomar, aquel camino angosto la llevará, está cayendo la noche, le diría que espere a la mañana.
-Le agradezco soldado sus indicaciones, tomaré las medidas necesarias.
Los soldados se quedaron mirando como la joven partía con los últimos rayos de sol.
El estrecho camino estaba ladeado por árboles grandes y frondosos, cuyas ramas se avanzaban sobre el mismo, como pérgolas naturales, más adelante pudo ver como dos árboles cruzaban sus ramas formando una entrada, como si fuera catedral, adentro ya las últimas gotas de luz no habían sabido llegar, a un costado el fuego llamó su atención, era una pequeña hoguera donde un había una persona sentada, se acercó y vio que era un hombre de unos treinta años, con ropa de campesino y la barba de unos días.
Ella detuvo su carro, él la miro y dijo:
-¿Va a cruzar?
-Si...
-No, se lo recomiendo, esta muy obscuro, no quisiera incomodarla, puedo invitarla a comer algo, no tengo mucho, solo unas papas que estoy asando, pero le prometo que soy el mejor asador de papas de la región.
Ella rió, él continuó.
-Dama de la sonrisa más bella, si haría el favor de cenar conmigo y esperar juntos el amanecer, con las primeras luces del día cruzaríamos el bosque, dicen que el camino es difícil y estaría muy agradecido de tener un lugar en su carro para mis palas y de tener un lugar en el asiento a su lado.
La mercader lo miró y vió, así con media papa clavada en un palito y sintió la sinceridad en sus palabras, ató el caballo, él le dejó lugar en su manta y le convido otro palito con un papa clavada, para beber solo tenía una bota, llena de agua, había olvidado llenarla y tuvo que hacerlo en un río cercano. Comieron y hablaron, al principio, muy serios y de apoco fueron entrando en confianza, hacía la madrugada no paraban de reír, compartían historias, sueños y fantasías.
El relinchar del caballo los despertó, no sabían cuando se habían dormido, sus cabezas habían quedado enfrentadas y al abrir los ojos, se miraron uno al otro, en una mirada eterna, que después en súbito ataque de vergüenza intentaron disimular, incorporándose rápidamente. Es ahora de partir dijo ella, él asintió mientras tomaba sus cosas y apagaba lo que restaba de fuego, poco después se adentraron en el bosque, la luz era escasa, el camino por momentos era pantanoso y las ramas se cruzaban obligando a bajar la cabeza más de una vez. El viaje transcurría tranquilo y ellos seguían hablando, como si fueran conocidos de toda la vida, cuando el carro agarró un pozo, sacudiéndose violentamente, ella resbaló y estaba por caer del carro cuando sintió la mano de él que la tomó fuerte, un poco más y habría caído sobre unas rocas, pero después sintió como el campesino la tenía agarrada fuerte y supo que no caería, volvió a su lugar ella le agradeció y él respondió no hay que, ambos no podían dejar de mirarse, luego de unos segundos siguieron viaje, cuando escucharon un trueno y luego la lluvia, era fuerte y hacía difícil ver por donde iban así que decidieron acampar hasta que pare, al caballo no parecía molestarle la lluvia, así que colgaron una tela del carro, improvisando una tienda, se había levantado viento y con el agua, estaba haciendo mucho frío, ambos comenzaron a temblar, tomaron todas las telas que había y se cubrieron con ellas mientras se abrazaban fuerte, el tiempo no cambiaba, pero en ellos el frío y el temblor se habían ido. Cuando amainó siguieron viaje, las risas rodeaban al carro y pintaban el obscuro bosque de colores, el camino con tanta lluvia se había hecho más difícil, y en una loma el caballo no hacía buena tracción para tirar el carro, ambos bajaron a empujar, cuando el caballo patino y el carro retrocedió de golpe, como era una curva, ambos quedaron con su espalda contra un árbol y aguantando el peso del carro con sus brazos, el peso era mucho, cuando ella comenzó a gritarle al caballo, al caballo que había sido su compañero de miles de viajes y desde muy joven, este pareció entenderla e hizo más fuerza que nunca, mientras ellos demostrando una fuerza que no sabían que tenían volvieron a poner el carro en el camino y despacito lograron pasar la lomada, estaban exhaustos, pero felices habían trabajado juntos y habían salido, se habían salvado, después de un abrazo sin tiempo siguieron viaje. Compartieron la historia de sus vidas, sus miedos y sus anhelos, allá a lo lejos se podía ver más luz, parecía falta poco para salir del bosque, cuando el caballo empujó una rama, y esta desengancho otra que salió como látigo impactando en el brazo del campesino, la sangre comenzó a correr rápidamente, él no había llegado a reaccionar, cuando vio que ella ya había mojado un trapo y estaba limpiando su herida, lo miro con su sonrisa gigante y él hasta se sintió agradecido a la rama, esa sonrisa valía mucho, sintió como ataba fuerte la tela y como la sangre había vuelto a su cause, él le agradeció y ella siempre con su sonrisa hermosa le dijo que no fue nada, y él también sonrió, la luz entraba en el bosque, era el mejor cuadro nunca pintado, ellos y sus sonrisas. Siguieron adelante y poco tiempo después el bosque había terminado, allá adelante estaba el pueblo, ella le pregunto y ahora... y él le respondió:
-Ahora llevaremos por siempre el camino del bosque tatuado en nuestro corazón, no importa que hagamos siempre estará ahí, sabemos cuando el otro este por caer, ahí estaremos para estrechar la mano y sostenerlo, que cuando haga frío o temblemos, siempre tendremos los brazos del otro para refugiarnos, para encontrar calor, que cuando el mundo nos aplaste, cuando sintamos que no podemos más, estamos juntos para empujar, que juntos podemos lo imposible, que cuando estemos heridos, estará el otro para curarnos. Superamos una prueba, pero no las prueba de las que habla el hombre, las que se puede fracasar o tener éxito, en las que se puede ganar o perder, esas que no tienen que ver con la vida, son construcciones humanas, que muchas veces se ven superadas por la vida, esta no entiende de esas cosas, solo es, la pruebas de la vida son para aprender, son para el espíritu, para aprender sobre nosotros y sobre el mundo, pero si quisiéramos hablar de un triunfo, en la vida solo triunfa quién aprende a disfrutar de cada paso, de cada instante, sabiendo que es único, que la felicidad está ahí, en cada tramo del camino.
Se miraron y se fundieron en beso.
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