Möbius

Primavera de 1845

Liverpool - Inglaterra.

Me subía al tren, por primera vez iba a bajarme en la nueva estación Victoria, abierta hace menos de un año, había prometido visitar a parte de mi familia, que ahí vivía y lo había postergado varias veces, es increíble como en las cosas más fáciles de hacer, encontramos mil maneras para no hacerlas, como aquellas cosas que nos hacen bien siempre se terminan ubicando en los últimos puestos de la cola.  Volviendo de mis pensamiento miré por la ventana unos segundos más como el paisaje pasaba rápidamente ante mis ojos, luego con la mano busqué el periódico que unos minutos antes había dejado en el asiento de al lado, sobre mi tabla de dibujo.  Lo desplegué y fui leyendo de una a las noticias del día, tenía tiempo.

Sentí pasos a mi derecha, sobre el pasillo, bajé el periódico, y miré en esa dirección, ahí estaba parada una dama de largo pelo castaño, me incorporé saludando con mi bombín, mientras decía en tono formal: -Señorita puedo ayudarla.  Ella respondió:  -No se moleste, por favor.  Al tiempo que avanzaba hacía el otro asiento al lado de la ventana.

Ambos nos sentamos al mismo tiempo, había algo en ella, sentía que la conocía, que ya habíamos hablado antes, pero no sabía como romper el silencio, cuando el azar hizo su movida, un brusco movimiento de la formación, sacudió el pequeño estuche de cuero que ella había apoyado en el asiento vacío a su lado, resbalando y cayendo al suelo, junto a mi tabla de dibujo, dejando a la vista mis trabajos a medio terminar, y varias partituras, los nombres en ellas me evocaron instantáneamente las más bellas melodías.  Rápidamente me agache a recoger la maraña de papeles del suelo, separé las partituras de las pinturas, esperando que ninguna se haya manchado.
-Tomé y sepa disculparme si encuentra alguna redonda o negra demás, que azarosamente se haya dibujado en la mezcla de nuestros artes.  Dije mientras ponía una cara extremadamente seria.
-No hay problema alguno, cualquier inconveniente diré que ha sido su culpa.  Respondió ella con una sonrisa.
Los dos reímos, así empezó la charla que nos llevó horas, contándonos nuestros pasados y sueños.
El tren aminoraba y en la ventana apareció el inconfundible paisaje de la terminal de Manchester, ella tomó su sobre de cuero con partituras y se incorporó.
-Disculpé lo abandone, pero he llegado a destino.
-No discúlpeme a mí, por el atrevimiento del comentario que voy a hacer, pero siento que hace años que la conozco, que la charla de hoy no fue más que un mínima parte, de una mayor que hemos empezado mucho antes.
-No se disculpe, también yo lo he sentido.  Nos habremos conocido en otra vida.
Nos despedimos cortésmente, y ella se fue por el pasillo hasta la puerta del tren.
Todavía con el bombín en la mano, pensaba en lo que había dicho, y si fuera cierto, que nos hemos conocido en otra vida, puede ser también que...
¿Nos volvamos encontrar en otra?