Arte Pagano


Arte Pagano fue un bar, en él pasábamos los fin de semanas, inclusive algunos días de la semana, fue un punto de reunión, era un lugar donde uno sabía que podía ir solo, tranquilamente, ya que estaba lleno amigos con quienes compartir una copa y una buena charla.

La idea es hacer una serie de trabajos, e ir probando diferentes técnicas, este el primero de ellos, espero les guste.

Caminos - Par (Quinta parte)

El olor a comida recién hecha, el olor a hogar esperándolo por todos los rincones, de esa vieja ciudad que poco tenía que ver con su pueblo pero que en ese momento podía sentir a toda su familia alrededor, casi veía a Sara cocinando lentamente y a sus hermanos junto a su padre esperando impacientemente, hacía mucho que no pensaba en ellos cuanto tiempo había pasado, como la realidad había borrado muchas cosas, otras habían disminuido, la perspectiva también se aplica a la vida aquello que está lejos, es más chico, y si uno se aleja mucho desaparece. Con las ideas pasa lo mismo, en la distancia son chiquitas, son inofensivas, solo cuando uno esta a su altura entiende las consecuencias, ahora que la idea de estar solo contra el mundo era real, parecía mucho más importante y fuerte que antes, aunque no llegaba a amedrentarlo, sabía que debía seguir, y así lo haría.

Sin darse cuenta se había adentrado en la ciudad, los gruesos muros de piedra escondían una pequeña plaza, con edificios que parecían importantes a su alrededor, era el lugar donde el orgullo de la ciudad residía, como suele pasar, sus miserias también. Partes de piedra en la calle, mostraban que no hace mucho tiempo atrás una batalla se había librado, algunos rostros indicaban que no era tan lejana. Seguía caminando, sus pies nunca se habían detenido, parecían ser llevados por una fuerza extraña, recorrían el lugar como si les fuera familiar, mientras tanto Luther se perdía en la vista, la ciudad era gigante, todo le llamaba la atención le parecía fantástico, único a la vez le parecía mucho ruido, mucha gente, mucha indiferencia, otra contradicción al parecer inseparable.

Dio la vuelta por una pequeña calle, que salía a un costado de la plaza, era mucho más angosta que el resto, más íntima, no había mercaderes y el bullicio iba quedando atrás. Al poco tiempo se encontró en lo que parecía un lugar más pobre de la ciudad, una puerta abierta lo invitó a entrar. El olor a comida apareció nuevamente dando marco a una vieja posada, con una decoración que había soportado varios inviernos ahí colgada, siempre en los mismos lugares, rodeaba por un par de borrachos acodados en la barra, estaba ella, nada tenía que ver con lo que había visto hasta ahora, de una belleza única, aunque aplicada en sus quehaceres, un aire salvaje, casi animal la rodeaba, no podía hacer nada más que acercarse a ella, ya había caído en la trampa que sus ojos y más allá sus cabellos habían sabido fabricar. Soy Luther y te quiero... le dijo, después de un incomodo silencio que ninguno de los borrachos notó, solo ellos dos lo percibieron, lo sintieron, el tiempo se había detenido para ellos, les había regalo sus segundos, hasta que él saliendo del transe completó la frase, ...te quiero pedir algo para comer, Cambiando drásticamente el ambiente, ella le respondió, tienes con que pagarlo, era una situación nueva para él, no se había preocupado aún por el dinero, en los días con el mercader, el se ocupaba de los gastos, ya que administraba la plata de todas las ventas hechas, inclusive las del muchacho, sin saber que hacer la miró con ojos de chico triste, ella le hizo un gesto que la siguiera hacía un costado de la barra, una vez ahí le preguntó: ¿Sabés hacer algo?. Soy herrero, respondió él sin pensar, y se asombró de su respuesta. Está bien, te daré de comer y tomar, pero solo por hoy, después me acompañaras hasta el herrero de la ciudad, para ver si te da trabajo y vuelves a está posada mañana como un hombre de bien y no buscando limosna, has entendido, cerró ella de forma contundente la conversación, él solo atinó a asentir con la cabeza.

Durante la comida, siguió conversando con ella, contando un poco se pueblo y las cosas que habían pasado en estos días, solo aquellas que se podían contar, también rieron y por momentos solo se miraron. Cuando terminó su plato, y estaba por tomar él último trago, atravesaron la puerta dos guardias y con tono autoritario Preguntaron: ¿Hay aquí algún herrero? Uno de los borrachos que todavía quedaba en la barra y había escuchado la conversación entre los jóvenes, señaló al muchacho y dijo: Aquí hay uno. Luther sin poderlo creer aún, vio como los guardias se acercaban, lo tomaron de los brazos y se lo llevaron, antes de cruzar la puerta, dio vuelta la cabeza y pudo ver como ella lo miraba. Una lágrima rodó por la mejilla de ambos.

Buenos recuerdos

No podría decir a ciencia cierta cuanto tiempo hace que estoy caminando, los días se me convirtieron en noches y las noches se funden con las luces, todo es igual, solo el horizonte veo temblar bajo el mirada del sol. Mis pies se hunden, y siento como miles de manos tiran de ellos cuando quiero sacarlos para dar otro paso, cada paso lo pago con tiempo, con el único tiempo que tengo.

Poco me acuerdo de antes de estar caminando, son como recuerdos de otra vida que me asaltan por instantes, un accidente, un imprevisto, puedo ver la cara de susto de la gente, que supongo también era la mía, puedo ver la ansiedad, que se mezclan con sonrisas de otra parte de mi vida, entre las caras borrosas veo a alguien más, alguien que está en el fondo y me mira, con una tranquilidad que no es propia del entorno, cuando quiero fijar la vista, vuelvo a la arena, al desierto, a la monotonía de mis pasos.

Como harán en las películas para encontrar los oasis, si en mi viaje no encontré ni una palmera donde apoyarme, solo arena, es como estar en el espacio, no hay donde ir, no hay donde escapar. Se que estos son mis últimos pasos, las fuerzas quedaron varios metros detrás, y cada vez la arena me parece un mejor lugar donde descansar.

Decidí acostarme, y pasar los últimos minutos de cara al cielo con los brazos abiertos como si quisiera abrazarlo. De repente a través de mis párpados cerrados sentí como se obscureció el día, ¿Cómo podría ser que el medio del desierto algo me haya tapado el sol? Salí de la ensoñación y vi los más bellos ojos que nunca había visto, si tuviera que describirla diría sin miedo a equivocarme que era una Divinidad, que se había escapado de algún cielo lejano, envuelta en telas de colores que jugaban con el aire, su cuerpo y la arena. Me invitó a pararme, y milagrosamente no me dolía nada, no había cansancio todo era felicidad, me hizo seguirla, caminamos hasta que un oasis nos recibió, era increíble, de agua transparente con palmeras que recortaban el sol regalando el descanso de la sombra. Después de tomar unos buenos tragos, unos chapuzones y descansar un poco, me miró y me preguntó: ¿No nos vimos antes?
En ese momento me asalto el recuerdo nuevamente, entre todas las caras e imágenes que se me presentaban, esa figura que se encontraba en el fondo era ella.

Volví a la realidad, pero a otra, estaba en un hospital rodeado de gente que no conocía, escuchaba voces que no entendía, se acercó un hombre entrado en edad, al que el resto miraba con respeto, hablando mi idioma aunque con un extraño acento, me dijo: Tuvo suerte, nadie sobrevive tanto tiempo en el desierto, encima sin agua, supongo que son esas cosas que no se explican con palabras, por cierto, cuando llegó acá, estaba sosteniendo esta tela de bellísimo color.

La reconocí enseguida, era una de las telas en las que ella estaba envuelta, cuando el anciano me la pasó, la tomé en mis manos y un hermoso calor recorrió mi cuerpo, mientras pensaba: gracias, nunca te olvidaré.

Hemingway


La idea era mostrar el paso de los años, la experiencia, la vida.
Después surgió la idea de hacerlo con junto al mar, así que tengo el mar hecho por otro lado y algún día los juntaré, por ahora, solo este boceto.

Amarilys

Un muy humilde homenaje a Mondrian, artista que admiro profundamente.
También es mi primer paso con el pincel.