Nos encontramos como se encuentra a la mayoría de las cosas, sin buscarlas, creimos que tomar una birra en el mismo lugar era una buena idea, charlamos de eso que se charla cuando no se sabe de que, de nosotros, de la vida misma, de como llegamos a estar sentados en ese lugar ese día. Vos venías de cualquier lado, yo seguramente volvía de cualquiera, jugamos como juegan aquellos que perdieron varias veces, cuando el croupier cantó negro el 17. Vimos que el otro estaba tan solo como nosotros y pensamos cuanto más llevadera es la vida juntos, llegaron los vientos y dijimos cuanto más fácil se superan si nos abrazamos. Probamos que para construir no se necesitaba arquitecto, ni plano, ni ladrillos... Así empezamos a edificar, levantamos paredes sin ponerle cemento, si no teníamos ladrillos. Pero la lluvia nos mojaba menos cuando no encontramos techo, el mundo era más claro si lo veiamos al mismo tiempo, no teniamos puerta pero ya habíamos comprado un sommier. No teniamos cubrecama, ni colcha, obvio, si no había mejor forma de dormir que abrazados. Ibamos a comprar una ducha, pero nada superaba un baño de inmersión en los ojos del otro.
Nos mirabamos viendonos a nosotros mismos.
Nos besamos sin creer en el amor.
Nos despedimos sabiendo no volver sobre nuestros pasos.
Cuando por fin vi el paño de la ruleta, el tipo del chalequito ya estaba cantando.
*
Cuando no juego no pierdo, ¿Pero cúando gano?
Desperfecto eléctrico
Mi nombre es Miguel, tengo ahora 47 años, pero la historia que quiero contarles pasa hace unos 25 atrás.
En ese tiempo salía con Mariana, una chica muy especial, que siempre me supo comprender sin importar que pasara, yo sabía que siempre contaba con su apoyo, es más estaba seguro de casarme con ella algún día, aunque no me atrevía a decírselo, miedo puede ser, era más incertidumbre de que no le gustará la idea y me dejara, o que todo cambie, todo estaba tan bien que daba miedo, tocar algo, todo debía seguir así. Supongo que el destino escuchó esta ultima frase, ya que momento más feliz de mi vida me quedé solo, mi familia y Mariana, todo en un momento, un accidente de tráfico, todo por venir a recibirme en el aeropuerto después del viaje que nunca debí hacer, aquel que me aseguraba un trabajo único, pero que me mantendría durante varios años viajando por el país, sin darme cuenta del daño que hacía a aquellos que amaba, me fui a la entrevista, y para cuando volví con la buena nueva del trabajo obtenido, ya no tenía a quien contárselo, es increíble lo rápido que puede llegar el castigo.
El remordimiento me alejó de todos mis amigos, de aquellas personas que me intentaban ayudar, así que con mi nuevo trabajo al hombro, comencé mi vida de silencio, sin nadie alrededor, solo el trabajo y yo. El problema era cuando la luz se iba a la noche, solo, en alguna habitación de hotel, el terror me embargaba, los fantasmas del pasado regresaban, a acusarme, a reprenderme, a aterrarme, como los chicos prendía la luz para espantarlos, la única forma de dormir algunas horas que tenía. Creí que en algún momento me volvería loco e intentaría matarme, pero siempre antes de decidirlo llegaba la mañana, y regresaba a trabajar como máquina.
A dos años del accidente, mi vida ya no existía, solo el trabajo y el dolor, uno se superponía al otro, uno tapaba al otro. Mi trabajo había bajado así que ya no me hospeda en los mismos hoteles de antes, ahora eran pensiones o humildes hoteles de pasajeros, una noche en una olvidada pieza, mientras me sentía protegido por la lampara, la cual alejaba solo unos pasos mis fantasmas, el hotel se quedó sin luz…
…Comencé a escuchar todos los ruidos, y cada uno se me hacía más cercano y peligroso, sentía que cualquier cosa podía atacarme y yo no sabía desde donde, si todos los lugares eran iguales, obscuros, no sé cuanto tiempo habrá pasado, pero solo deseaba que mi corazón se detenga de una vez, ya no quería continuar. De repente sentí una sensación conocida, algo que hacía tiempo no sentía, una compañía en el habitación pero no me aterraba, es más me reconfortaba, sin darme cuenta dije su nombre, Mariana, resonó en el cuarto y después el silencio total, todo ruido desapareció, junto al miedo, sabía que ella estaba conmigo que me entendía y me cuidaba de los fantasmas, que me cuidaba de mi mismo. Me senté en la cama y empecé a contar todo lo que había pasado estos dos años, lo apenado que me sentía por no haberme dado cuenta de que este trabajo no era para mi, que mi lugar estaba con ella y en ningún lado más, que ya era tarde, pero que aún me sentía culpable, y mi dolor era más porque ya no había nadie para pedir disculpas, al terminar esta palabra, me atravesó una tibia brisa, que me envolvió como el más bello abraso, las lágrimas corrieron por mi rostro y un cansancio increíble invadió mi cuerpo, mientras me despedía de la brisa, me recostaba, sintiendo paz, por primera vez en mucho tiempo.
Un tiempo después la luz volvió despertándome, la apague y seguí durmiendo ya no tenía fantasmas que espantar, solo mucho cansancio y la certeza que mañana sería un día largo. Abrí los ojos a un hermoso mediodía, una sensación me embargaba, la necesidad de empezar devuelta, sabía bien que esas palabras eran de ella. Miré mi viejo traje sobre el aún más viejo sillón, entonces entendí que ya no me entraba en el, había crecido desde ayer.
Con unos jeans y una remera, que siempre llevaba y nunca usaba, baje a la recepción, el hombre de la recepción al verme, salto de la silla dirigiéndose hacía mi, mientras me contaba lo que anoche había pasado, desperfecto eléctrico, fue lo poco que saqué en claro de todo lo que dijo, apoye mis manos en sus hombros lo miré a los ojos, el recepcionista, se quedo inmóvil, pobre pensó que estaba enojado, con una sonrisa le dije: gracias, muchas gracias, anoche eh vuelto a vivir y lo abrace.
Después de hablar toda la tarde, con el hombre, contarnos nuestras historias. Me enteré que era el dueño del hotel hace más de veinticinco años, lo había construido con su esposa, la cual murió al dar a luz a la niña, que ahora era una bella mujer y su única ayuda.
No tendría un trabajo para mí, dije sin pensar.
Si no le importa ganar poco, me respondió.
No agregué otra vez sin pensar, pero estaba vez tenía justificativo, los ojos de su hija me habían atrapado.
*
La llave de luz, suele estar cerca del corazón.
En ese tiempo salía con Mariana, una chica muy especial, que siempre me supo comprender sin importar que pasara, yo sabía que siempre contaba con su apoyo, es más estaba seguro de casarme con ella algún día, aunque no me atrevía a decírselo, miedo puede ser, era más incertidumbre de que no le gustará la idea y me dejara, o que todo cambie, todo estaba tan bien que daba miedo, tocar algo, todo debía seguir así. Supongo que el destino escuchó esta ultima frase, ya que momento más feliz de mi vida me quedé solo, mi familia y Mariana, todo en un momento, un accidente de tráfico, todo por venir a recibirme en el aeropuerto después del viaje que nunca debí hacer, aquel que me aseguraba un trabajo único, pero que me mantendría durante varios años viajando por el país, sin darme cuenta del daño que hacía a aquellos que amaba, me fui a la entrevista, y para cuando volví con la buena nueva del trabajo obtenido, ya no tenía a quien contárselo, es increíble lo rápido que puede llegar el castigo.
El remordimiento me alejó de todos mis amigos, de aquellas personas que me intentaban ayudar, así que con mi nuevo trabajo al hombro, comencé mi vida de silencio, sin nadie alrededor, solo el trabajo y yo. El problema era cuando la luz se iba a la noche, solo, en alguna habitación de hotel, el terror me embargaba, los fantasmas del pasado regresaban, a acusarme, a reprenderme, a aterrarme, como los chicos prendía la luz para espantarlos, la única forma de dormir algunas horas que tenía. Creí que en algún momento me volvería loco e intentaría matarme, pero siempre antes de decidirlo llegaba la mañana, y regresaba a trabajar como máquina.
A dos años del accidente, mi vida ya no existía, solo el trabajo y el dolor, uno se superponía al otro, uno tapaba al otro. Mi trabajo había bajado así que ya no me hospeda en los mismos hoteles de antes, ahora eran pensiones o humildes hoteles de pasajeros, una noche en una olvidada pieza, mientras me sentía protegido por la lampara, la cual alejaba solo unos pasos mis fantasmas, el hotel se quedó sin luz…
…Comencé a escuchar todos los ruidos, y cada uno se me hacía más cercano y peligroso, sentía que cualquier cosa podía atacarme y yo no sabía desde donde, si todos los lugares eran iguales, obscuros, no sé cuanto tiempo habrá pasado, pero solo deseaba que mi corazón se detenga de una vez, ya no quería continuar. De repente sentí una sensación conocida, algo que hacía tiempo no sentía, una compañía en el habitación pero no me aterraba, es más me reconfortaba, sin darme cuenta dije su nombre, Mariana, resonó en el cuarto y después el silencio total, todo ruido desapareció, junto al miedo, sabía que ella estaba conmigo que me entendía y me cuidaba de los fantasmas, que me cuidaba de mi mismo. Me senté en la cama y empecé a contar todo lo que había pasado estos dos años, lo apenado que me sentía por no haberme dado cuenta de que este trabajo no era para mi, que mi lugar estaba con ella y en ningún lado más, que ya era tarde, pero que aún me sentía culpable, y mi dolor era más porque ya no había nadie para pedir disculpas, al terminar esta palabra, me atravesó una tibia brisa, que me envolvió como el más bello abraso, las lágrimas corrieron por mi rostro y un cansancio increíble invadió mi cuerpo, mientras me despedía de la brisa, me recostaba, sintiendo paz, por primera vez en mucho tiempo.
Un tiempo después la luz volvió despertándome, la apague y seguí durmiendo ya no tenía fantasmas que espantar, solo mucho cansancio y la certeza que mañana sería un día largo. Abrí los ojos a un hermoso mediodía, una sensación me embargaba, la necesidad de empezar devuelta, sabía bien que esas palabras eran de ella. Miré mi viejo traje sobre el aún más viejo sillón, entonces entendí que ya no me entraba en el, había crecido desde ayer.
Con unos jeans y una remera, que siempre llevaba y nunca usaba, baje a la recepción, el hombre de la recepción al verme, salto de la silla dirigiéndose hacía mi, mientras me contaba lo que anoche había pasado, desperfecto eléctrico, fue lo poco que saqué en claro de todo lo que dijo, apoye mis manos en sus hombros lo miré a los ojos, el recepcionista, se quedo inmóvil, pobre pensó que estaba enojado, con una sonrisa le dije: gracias, muchas gracias, anoche eh vuelto a vivir y lo abrace.
Después de hablar toda la tarde, con el hombre, contarnos nuestras historias. Me enteré que era el dueño del hotel hace más de veinticinco años, lo había construido con su esposa, la cual murió al dar a luz a la niña, que ahora era una bella mujer y su única ayuda.
No tendría un trabajo para mí, dije sin pensar.
Si no le importa ganar poco, me respondió.
No agregué otra vez sin pensar, pero estaba vez tenía justificativo, los ojos de su hija me habían atrapado.
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La llave de luz, suele estar cerca del corazón.
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