Es un caso raro Walter, dijo, pero Walter ya no estaba y el eco de sus propias palabras retumbaron en el ambiente de la morgue.
-¿Dijo algo Inspector?
-No... disculpe Doctor, pensaba en voz alta.
El cuerpo de un hombre yacía sobre la mesa de autopsias, era fornido y de baja estatura, de aspecto intimidante, de esos que no dejan matar fácilmente, a pesar de eso, hoy investigaba su asesinato, lo habían encontrado hace unas diecisiete horas en un descampado en las afueras de la ciudad con dos tiros en la cabeza.
Samuel miraba el cuerpo, su cara y su semblante de calma eterna, esperaba que de un momento a otro abriera su boca y dijera todo, aunque sabía que no iba a ser así, nunca es así, por lo menos en homicidios, la víctima se lleva gran parte de la historia a la tumba, como fotogramas robados de una película, que solo la investigación, las noches sin dormir, las interminables charlas con su compañero compartiendo unos mates podían reconstruir. Como iba a hacer ahora si él, Walter era el que revisaba los informes, el más técnico de los dos. Él era más instintivo, era el que desestabilizaba la balanza para buscar esas respuestas que se ven a simple vista, hoy solo, no sabía ni siquiera como armar la balanza. Walter había dejado la fuerza y reinsertado en la policía provincial de su pago natal, había venido a la capital de joven, quería ser policía, ayudar a construir un país mejor, perseguir a los peces gordos, para eso nada mejor que empezar en la ciudad. Pasaron los años, los peces gordos seguían en su océano, mientras nosotros pescamos mojarritas en la laguna, conoció una hermosa joven estudiante de los últimos años de medicina, casualmente coterranea, luego vinieron los niños y la vida a las corridas, así fue que después de mucho debatirlo, decidieron volver al interior donde tenían familia, y un futuro que prometía paz.
-¿Hay alguna pista? dijo el médico forense mientras completaba la planilla.
-No, no es pronto aún, para que era prestamista, seguramente va a ver una importante lista de sospechosos. Respondió Samuel volviendo de sus pensamientos a la realidad.
-Nada mejor que un caso complicado, para despejar la cabeza de los tortuosos pensamientos.
-Muy cierto doctor, usted como hace para no pensar, digamos que sus compañeros de trabajo no son muy habladores.
-Ja ja ja es verdad, pero déjelos así Hermes, calladitos, a ver si un día empiezan a hablar y después vienen los medios con sus cámaras, móviles y demás, a complicarme la vida, si habría querido hablar todo el día en el trabajo, habría sido ginecólogo. El médico estalló en carcajas que su pesado, que grandote y pesado cuerpo parecía magnificar.
-Tiene toda razón doctor. respondió Samuel también entre risas. Tomó los informes, saludo al todavía sonriente médico y se retiró.
La casa del inspector era un humilde departamento que daba al pulmón del edificio, con el termo de compañero y una casi inaudible música se puso a la leer todo lo que había sobre el caso hasta el momento, no quería perder tiempo, así podría ya el día de mañana estar haciendo las primeras averiguaciones.
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