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Al león

Puedo sentir el hielo de tu mirada, aunque no te vea,
sé que vendrás por mí, estas pensando en el triunfo,
te relames las garras, esta ya es tu jungla.

Sin moverme espero tu ataque, no por estar paralizado,
sino por que no respondo a tu odio,
no pertenezco a los sueños de tus fauces.

No temo, no por saber que puedo ganar,
sino por que aunque pierda, aunque desaparezca
sabré que nunca deje a tus nubes, tapar mi cielo.

Las tormentas pasan, la noche se hace día,
los huracanes terminan con una brisa,
tus rugidos acaban, donde empiezan las palabras.

Arco iris

Volvía del trabajo, escapando del cielo gris y las gotas, bajé las escalera del subte, caminaba junto a otra tanta gente, todos enfundados en nuestros atuendos obscuros y portando nuestras caras como quién lleva una pesada carga, después de un largo día, entonces la vi, llevaba un largo saco negro, que la perdía entre el resto, pero no llevaba zapatos, solo medias, unas medias rosas que cubrían sus pequeños pies, con una sonrisa seguía el caminar de la gente, a veces parecía dar unos pasos de baile y luego imitar el paso del resto junto a una expresión burlonamente seria. Las gotas habían encontrado su camino desde la superficie a través de una grieta, formando un pequeño charco en el andén, al verlo, intenté avisarle pero ya era demasiado tarde, lo había pisado, para mi sorpresa su media nunca se mojó, ni siquiera parecía húmeda, en cambio el agua se tornó de color rosa, expandiéndose rápidamente, en un instante el andén era rosa, las paredes se habían vuelto amarillas y el tren que llegaba a la estación estaba pintado de un tirabuzón azul y verde, el suelo se había vuelto como inflable y uno rebotaba al pisarlo, todos nos olvidamos del cansancio y reímos, algunos saltaban, otros daban volteretas en el aire, cuando mi vista se fijó en una cabellera acerada de una anciana devolviéndome al andén de cemento y a la opacidad. La chica de las medias rosas, ya no estaba. Me sentía vacío, como podía haber sido un sueño, si parecía tan real, pero si hacía solo unos pocos segundos estaba saltando y riendo. Todavía consternado subí al tren y me senté, al mirarme los piés no lo podía creer, llevaba puesta medias rosas, en un momento pensé en esconderlas, pero descubrí que a mi lado una señora no sabía como bajerse lo suficiente la pollera para tapar sus medias rosas, todos en el bagón estaban intentando tapar sus medias rosas, hubo silencio, nos miramos unos a otros y estallamos en carcajadas.

Dedicado a todas las hadas que pintan de colores este grisado mundo

Algún día

Salía de mi casa apurado, como todos los días, cuando de ningún lado sale un chico, de no más de diez años, deteniéndome en seco para evitar el choque, me saco un auricular para enterarme que pasaba.
-Señor, ¿Cree en la magia? -dice el chico.
-Si -respondí sin pensar.
-Entonces, ¿Cúanto pagaría por la magia? -Al mismo tiempo que me muestra el número de una rifa.
-¿El premio es bueno? -le pregunte
-Si si -contestó casi sin dejarme terminar.
-Unos cinco pesos estarían bien -le dije mientras ponía una exagerada cara de seriedad.
La cara del chico se sonrió e hicimos la transacción.
Cuando doy vuelta el número veo la dirección de una esquina escrita, junto a la fecha de hoy y una hora que exigía puntualidad.
-Pibe, no me dijiste que era tan lejos, tengo media hora para llegar después que salgo del laburo -Le grite al chico que ya se había alejado bastante.
-El que cree en la magia sos vos -así me cerró la boca, me quedé pensando como me jodió. Ahí mismo me di cuenta que si no me apuraba iba a llegar tardísimo al trabajo. Estuve todo el día con la idea fija en el número de la rifa, cada tanto lo miraba, creía que me habían jodido, pero después me acordaba de la magia y que el premio tenía que ser bueno, como había pronosticado el chico, sería cierto? lo sabría en poco tiempo.

00:30:00

Terminó la jornada laboral, tenía media hora para llegar, un recorrido que normalmente haría en una, pensando en esto dejé la mochila en el trabajo, no quería que nada me moleste para correr, empecé la carrera y la cuenta regresiva, esquivando la gente, cruzando los semáforos sin mirar, lo único importante era llegar, me lancé en la boca del subte como si fuera una trinchera, cuando terminé de bajar las escaleras descubrí que ahí estaba el subte esperándome, la respuesta era obvia, tenía que saltar el molinete, tropecé y tambaleando sin caerme, entre de cabeza en el vagón, poco antes que cierre las puertas, esquivé las miradas inquisidoras perdiéndome en la muchedumbre y
dirigiéndome a otra puerta.

00:18:47

Salí expulsado del subte derecho a las escaleras, solo una cuadra hasta el bondi, logré alcanzarlo en sincronía y subir sin problemas.

00:14:56

El tiempo pasa de extraña manera cuando estamos apurados, todo nuestro cuerpo se mueve a una velocidad que el universo no reconoce como suya, nos sentimos solos contra el reloj.

00:09:36

¡Este viaje no se termina más!, ya no podía soportar la calma, afuera el cielo se obscurecía y se largaba una lluvia torrencial.

00:01:14

Timbre, escaleritas de un paso, estaba en la calle de nuevo, bajo las estocadas del cielo, solo dos cuadras, iba como llevado por fuerzas ajenas, solo pensaba en llegar.

00:00:02

No sé si fueron mis ya gastados zapatos, la lluvia, las rotas baldosas de Buenos Aires o todo junto, lo que me hizo patinar, cayendo de lado sobre el lodazal de la esquina en cuestión.

00:00:00

Mientras me levantaba con medio cuerpo embarrado, las rodillas aún en la tierra mojada y el número de la rifa milagrosamente inmaculado sostenido en alto con la mano más limpia.
La vi a ella, con su pelo pegado en la cara efecto de la incesante lluvia y con una sandalia rota colgando de la mano, así la vi, simplemente hermosa, eso sin contar que entre los dedos tenía un número de rifa.

No pudimos hacer otra cosa más que reír, mientras recuperábamos el aire de la corrida. Ella me ayudo a levantarme y se saco la sandalia que le quedaba, yo me quité los zapatos y las medias, así nos fuimos caminando felizmente bajo la lluvia. Habíamos logrado algo importantísimo, demostrar la irrefutable existencia de la magia.

A través del arte

¿Dónde estoy?

¿Cómo llegué acá?

Pareciera ser un taller, uno enorme, veo el metal que destella por todas partes con su inconfundible fria luz, aunque la obscuridad no permite ver mucho. Paso a paso recorro el lugar, deseaba encontrar la salida y escapar pero a la vez algo mágico me hacía sentir como en casa.

Como si entraran de ventanas que no lograba encontrar cruzaban el lugar rayos de sol, agregando una nueva vuelta de tuerca al misterio. Cuando me encontraba con la estructura en la penumbra intentaba discernir que era, como un mapa mientras deslizaba la mano por las formas, estas me guiaban por el lugar con total seguridad, mientras mis ojos jugaban con las figuras y los resplandores glaciares.

Una escalera casi invisible me conduce al primer piso, en el cual continuaba la gran estructura y seguía mostrándome el lugar con paciencia y yo me dejaba llevar, una puerta de un celeste intenso abre paso a una nueva habitación, pareciera tener una gran chimenea y algo que no sé describir pero de hacerlo diría que era el mundo mismo, me volví preguntar donde estaría, en ese momento toque una baranda de una escalera verde, bajé. Parecía ser el final del recorrido, ese supuesto mundo que había empezado a conocer en el piso de arriba jugaba con la estructura, seguía sin saber donde estaba pero ya no me importaba mucho, estaba maravillado.

Una puerta de un verde más intenso que la escalera se encontraba al final, puse la mano en el pomo ¿todo terminaría allí?

Atravesé la puerta.

Me encontré sentado en un bar con mi acostumbrado cortado sobre la mesa, con la vista perdida en dirección a unos cuadros.

¿Cómo había llegado acá? y casi al mismo tiempo me hice una nueva pregunta, ¿dónde había estado?