Ya han pasado muchos años de esta antigua historia, pero cada tanto es bello poderla contar nuevamente.
Un pequeño pueblo en la base de una montaña, no había muchos lugares para ir, solo dos caminos, divididos por un viejo árbol cobrizo, era el comienzo o el fin del pueblo según de que lado se esté. Como siempre pasa, pero más en las sociedades pequeñas, son maquinarias donde cada uno ocupa su lugar, es un engranaje, y al morir, su hijo ocupa su lugar, pero que pasa cuando un hijo no quiere ese lugar, cuando la sangre nueva, no quiere correr por viejas venas.
Así llegamos a Luther, un muchacho de unos 16 años, más bien flaco, de estatura media, reservado, podía pasar horas sin hablar, hasta que escuchaba a alguien hablando de la vida más allá del árbol cobrizo, ahí se acercaba al viajero y pedía que le contara todo, como se vivía lejos del pueblo, como eran las grandes ciudades, como era mar.
Este muchacho poco tenía que ver con sus hermanos, Marco, el mayor, siempre había sido intachable, desde chico había demostrado cierto apego a las cuestiones espirituales, siendo así un joven monaguillo, y a penas su edad se lo permitió, ingresó a la vida eclesiástica, últimamente se lo veía poco, pasaba mucho tiempo en el templo. Adela, la menor, todavía no tenía más intereses que esconderse y asustar a cualquier desprevenido, cuando Marco estaba en la casa, solía ser muy divertido, era el blanco preferido de la niña.
El problema siempre fue con Jonás, su padre, un hombre grande y de fuerte carácter, que parecía haber sido forjado en el yunque, como las cosas que creaba y moldeaba, a golpes con su masa, era el herrero del pueblo como la había sido su padre y el padre de su padre, ho había misión más importante que heredar el oficio, pasar la posta y el martillo, su hijo del medio había recibido el honor de ser quién seguiría con la tradición familiar, y le escapaba, poco se podría considerar una traición más grande que esto, que ingrato- pensaba, como puede condenar a desaparecer este oficio que siempre fue el orgullo de la familia, su hermano había tomado, las manos de Señor y con eso no se podía discutir y la más pequeña, debía casarse con alguien distinguido, que el día de mañana distinga a la familia.
Las cenas eran una guerra de miradas, de gestos, de tensiones, que la buena de Sara, la madre, distendía con comentarios y anécdotas, con lo que haría de cocinar al día siguiente, pero nunca lograba muy buenos resultados, Jonás clavaba la mirada en el joven, mientras decía: cuando piensas tomar enserio tu trabajo, tu padre está cada día más cansado y no podrá enseñarte todo lo que te falta, Luther, quebraba su silencio, con firme voz, no voy a ser como tu, quiero conocer, quiero salir, no quiero tu vida. Ahí todo se tornaba difuso, hasta que se ponía más o menos todo en calma, cuando el joven dejaba la mesa de golpe, y su padre se quedaba con la bronca brotando de los dientes.
Algún día se iría de la casa, algún día podría.
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5 comentarios:
pero que pasa cuando un hijo no quiere ese lugar, cuando la sangre nueva, no quiere correr por viejas venas.
Algún día se iría de la casa, algún día podría.
No se porque me hizo pensar en la película "un lugar en el mundo".
Puede ser tan sencillo y tan facil a la vez, encontrarlo ...
No la vi esa peli :( la anoto en pendientes
Ahora limando con el título de la peli... Uno se pasa la vida buscando un lugar en el mundo, cuando en realidad ya lo tiene, y lo importante es poder armonizar con él hasta ser uno, jajaja, ya me fui para cualquier lado.
nos vemos besos
NO SE FUE para cualquier lado. Siempre da en la tecla, tampoco se agrande. Hasta ser uno Dutri?!??! mmmm. OMG andamos hablando de eso por varios blogs.
Who am I?
Jajaja cuando la escribia me sonaba rara esa frase, hasta ser uno con el lugar, ser nuestro lugar, estas charlas limadas muchas veces me complican el uso del lenguaje jajaja.
Me encantó la frase de cierre...
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