Mientras el ascensor bajaba con los últimos pibes de la mudanza, miraba el rellano, la salida de la terraza tapiada le daba un aspecto lúgubre, cerraba la puerta del departametno, cuando de repente ¡Ven! Miro el pasillo no hay nadie, ¿quién gritó?, estoy cansado de la mudanza, mejor va ser ordenar un poco e irme a dormir temprano.
Después de martillar media hora logré sacar las maderas que cubrían las ventanas, ahora que entraba la luz, parecía más viejo y sucio que antes. Faltaba la pintura de las paredes, ¿las habían arañado? ¿Qué habrá pasado acá? para que me la vendan tan barata, pero bueno gracias a eso la había podido comprar. Era una construcción rara de 6 pisos nada más, no muy grandes hay dos departamentos en cada uno, menos en el último, este departamento comparte el piso con la terraza, un edificio antiguo debe tener más de 70 años.
No sé que tienen los vecinos, es como estar en un cementerio, todo en silencio siempre, no se escucha a nadie, cada tanto alguna que otra carcajada, por lo menos alguien se divertía en este lugar.
Ya hace casi un mes que vivo acá, después de varias reuniones aunque la gente me felicitaba por como había logrado arreglarla, aunque la gran mayoría pensaba que no había perdido ese halo fantasmal que siempre había tenido. Las carcajadas y los gritos eran ya algo común, tendría que hablar con la gente del cuarto piso, si algún día los conozco.
Hace poco me disponía a salir cuando, el ascensor poco antes de llegar a mi piso. Paró en seco, quedó en total obscuridad, mientras me acordaba de la familia del señor ascensor, empecé a bajar por las escaleras, eran caracol de madera, cada paso que daba me acompañaba el ruido del crujir, en el tercer piso estaba ese chico, debe tener unos diez años, da escalofrío te mira a los ojos sin hablar, con la cara en blanco, seguro es mudo pensé, estaba sentado en la escalera en el último escalón con la vista fija sin mirar como siempre a una de las dos puertas del piso. Permiso le digo con mi mejor modo, convencido de que no escuchaba, cuando estaba por terminar el rellano y seguir bajando, ¡Tendrás que visitarme!, me quedé en seco, había sido una voz fuerte, me había puesto la piel de gallina. Lo miré al chico que pensé mudo, este me miraba pero esta vez horrorizado, comenzó a caminar rápidamente hacía la puerta, cuando llego pateaba y gritaba para que le abran, todavía no entendía que había pasado, cuando quise darle una mano al chico, entre más me acercaba más gritaba, se abrió la puerta, una mujer flaca, consumida con el cigarro en la mano, tomo al chico por el brazo y me dirigió una mirada helada, seguida de un punzante susurro, no se acerque a mi hijo, ni a mi casa, no volveremos a pasar por lo mismo. ¿Qué? respondí, si fuera un hombre inteligente se iría lejos muy lejos de acá, no hay caso siempre trae a los idiotas, sentenció mientras cerraba de un portazo, me quede en blanco que había pasado, quién, porqué, tantas preguntas por hacer, pero en este momento no obtendría ninguna respuesta, lo mejor es seguir mi camino y ocuparme cuando vuelva, va a ser difícil concentrarme hoy.
Cada vez todo se tornaba más extraño, salir de mi casa se había vuelto una tarea difícil, escuchaba risas y gritos apenas abría la puerta, ¡Ven a visitarme! Ven!, entre otras cosas también se oía, que estaba pasando y que me estaba pasando. Siempre había visto a la locura como algo lejano, pero cada vez que salía, el ascensor quedaba a obscuras, las escaleras empezaban a crujir y una risa en increyendo hasta tomar por completo mi cabeza, no pasaron muchos días hasta que decidí quedarme encerrado, tenía terror de salir, que había ahí afuera, no me dejaba de preguntar mientras pasaba la noche en vela mirando por la ventana. Ya era una sombra de mi mismo, piel y hueso, comida la poca que tenía estaba podrida, aunque no era mi mayor problema, los gritos, las carcajadas, los gritos, por todo lados ya solo me podía quedar en el baño, era mi refugio, me quedaba en la bañera acurrucado, ya no tenía donde esconderme, no tardaría poco en entrar, podía escuchar como golpeaba la puerta, ¡por que a mi! me preguntaba entre llantos.
Cuantos días llevo a acá, cuando me llevaría la muerte, dejaría de escuchar esos gritos, esas risas, aquel que tanto desea conocerme se irá, por fin se irá. Con mis últimas fuerzas rompí el espejo, sabía que la muerte no me llevaría, me tendría que ir yo, quizás eso era, lo que me decía la voz, matarme e ir a visitarlo. Me había cortado todas las manos para romper el vidrio, pero ya nada importaba, apoyé el vidrio en mi muñeca izquierda, comencé a presionar, un hilito de sangre corría tímido por mi brazo. La puerta golpeó seco contra la pared, con un ruido como si habría explotado, con el sobresalto me había clavado el vidrio, la sombra en el marco de la puerta era grande y obscura apagaba toda la luz, la risa como una lúgubre campana en mis oídos, sabía quien era y lo que tenía que hacer. Mientras sacaba el vidrio me avalanzaba sobre ese obscuro ser, la sangre salía a borbotones, de mi brazo y poco después de su cuello, ahora si podía descansar.
Un dolor embargaba mi cuerpo por completo, tenía la boca seca parecía como si no la abría usado por mucho tiempo, estaba atado de pies y manos, el brazo izquierdo bien vendado, vestía un conjunto en perfecto blanco haciendo juego con las paredes mullidas, estaba en un hospital psiquiátrico, todo había terminado mi pesadilla y la vida que había llevado hasta ahora. Después de un rato en silencio se abrió, lo que parecía un pesada puerta, la única que había se encontraba recta a mi, delante de mis pies a unos dos metros.
Risa...
Risa...
No debiste matar al pobre bombero que entró a buscarte...
Risa...
Yo siempre te esperé acá...
Carcajada...
Sabría que vendrías a verme...
Carcajada...
Nos divertiremos tanto...
Carcajada.
Grité.
*
Si corriera al norte, despería en el sur.
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2 comentarios:
hola Dutri, a mi tambien se me entiendo mejor cuando escribo pero tambien se me entiendo poco cuando escribo, imaginate cuando hablo!
besos
Lo lindo de escribir y hablar con alguien es darse el tiempo de entender al otro, eso muchas veces ayuda a ser menos duros con nosotros mismos, que casi siempre terminamos enroscandonos solos.
Me fui por las ramas como es mi costumbre.
Besos V
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