Deuda

Hay algo que nos muestra la vida y muchas veces nos empeñamos en no ver, las deudas más importantes no se pagan a la misma persona con la que la hemos contraído.

Aunque por un principio nos parezca una locura, si nos detenemos a pensarlo vamos a ver que es así, seguramente no le dediquemos, aunque lo intentemos, a nuestros a padres el tiempo que ellos nos dedicaron pero si lo hagamos con nuestros hijos.

Así mismo pasa en todos los aspectos, muy pocas veces tenemos la posibilidad de pagarle a la misma persona, de estar ahí, pero no tenemos que olvidar que la deuda existe, eso que aprendimos, esa mano cuando se necesito, no es gratis, hay devolverla.

Por eso aquel que ha contraído la deuda, debe estar atento y trabajar en sus sentidos, agudizarlos, por que quizás pasen muchos años hasta que se pueda pagar o quizás, la persona este escondida y debamos buscarla.

Hay quienes pueden pensar, me dieron una mano, listo, por que devolverlo, por que preocuparme, y la respuesta es muy simple, es una cuestión de equilibrio, cuando llevamos algo de más sentimos el peso, quizás no en los primeros pasos, pero a larga se siente, de apoco nos va desestabilizando, hasta un momento donde nos preguntamos como llegamos a este embrollo y puede ser que nos hemos llevado cosas de todos y sea momento de pagarlas.

La pregunta que queda picando es, como se comienza la cadena, quien es aquel que sin deuda, paga.  Son esas personas que han aprendido a ser libres. a viajar sin peso extra, a dar, antes de pedir.

Satipatthana

Formación romana de escudos de plástico, de distintos colores y formas como las ideas de cada uno que los sostenía, las estocadas del clima se llevan mejor cuando uno no esta solo.

Ruidos conocidos y comunes hacían de música, un chancletear por allá, los pasos mojados y la ciudad con su latir incesante.

Conversaciones transcendentales y otras de todos los días, la vida en si misma cuando se mezcla lo que creemos importante con lo que es importante y muchas veces no reparamos.

Y esa sensación indescriptible de movimiento, una experiencia de consciencia plena

Vitraux de felicidad

Dicen que dormir hacer bien...

Pero cuando todo pasa y solo se cierra los ojos,
entonces decidimos que nuestros sueños sean diurnos
y hacernos trampa.

Pensamos que todo es una película,
filmada en un hollywood ajeno y lejano,
del que no formamos parte y aborrecemos.

En el momento que nuestras pesadillas tienen nombre,
cuando el miedo rodea las paredes de nuestra casa
y espantamos las llamas con una escoba.

Cuando en nuestras plegarias hemos cambiado
el nombre de Dios y nos envuelve la felicidad pagana
mientras estamos embobados con las luces de los vitrauxs.

Entonces también es bueno despertar...

Sun Tzu, mi humilde agregado

Porqué luchamos en batallas perdidas, que nos hace movernos cuando se acabaron las fuerzas, de donde sacamos esperanzas cuando todo es obscuro, que nos hace creer que un reflejo en un gastado metal es un mensaje divino de seguir adelante.

Sabemos el final del libro, hemos leído todas las páginas e inclusive visto la película, conocemos las respuestas a las preguntas aún aquellas que no queremos hacernos, no hay sorpresas, no hay rutas sin recorrer, hemos dibujado cada relieve del mapa.

No hay profecía, ni tarot de buen augurio, ya no quedan refuerzos para esta guerra, somos los que estamos, sin armas, sin trucos y ya sin esperanzas.

¿Y qué es lo que nos hace seguir adelante?

Cuando todo es un gran vacío y cada cosa tiene aroma y esencia a derrota, en el momento que la casa es una fotografía gastada de alegrías de otros tiempos y el alma se endureció.  El único camino es la batalla, no se puede abandonar, porque nuestra propia existencia esta en ella, cuando se dio mucho no se lucha por ganar, sino por conquistar aquellas zonas, una vez nuestras, que hoy nos son ajenas.

Tenemos la obligación de levantar los cimientos caídos, de ponernos de pie aún cuando las piernas tiemblen, de mirar a los ojos a la tormenta.

Somos los protagonistas de nuestra vida y nunca podremos ganar, si dejamos de luchar.