XII

Un maniquí frente al espejo,
agradeció:
a sus pies:
por haber caminado siempre hacía adelante, sin miedo a lo que pueda venir.
a sus piernas:
por mantenerlo de pie, cuando no quedaba nada por que hacerlo.
a su cuerpo:
por que cuando dolió hasta las entrañas y sentía que la espalda se iba a partir, nunca haber flaqueado
a su corazón:
por la honestidad, hasta cuando lastima.
a sus brazos:
por nunca haber ahorrado un abrazo.
a su cuello:
por doblarse por en un hombro amigo, pero nunca por la fuerza.
a su sonrisa:
por ser el motor de todo buen día.
a su nariz:
por saber cuando algo no estaba bien, y ya no pertenecía ahí
a sus ojos:
por ver a través de las máscaras.
a sus oídos:
por haber encontrado la canción para cada hora de la vida.
a su voz:
por conocer la palabra gracias.
a su mente:
por saber que uno se define por sus acciones.

frente al espejo ya no había maniquí alguno, había nacido una persona

Al león

Puedo sentir el hielo de tu mirada, aunque no te vea,
sé que vendrás por mí, estas pensando en el triunfo,
te relames las garras, esta ya es tu jungla.

Sin moverme espero tu ataque, no por estar paralizado,
sino por que no respondo a tu odio,
no pertenezco a los sueños de tus fauces.

No temo, no por saber que puedo ganar,
sino por que aunque pierda, aunque desaparezca
sabré que nunca deje a tus nubes, tapar mi cielo.

Las tormentas pasan, la noche se hace día,
los huracanes terminan con una brisa,
tus rugidos acaban, donde empiezan las palabras.